martes, 11 de febrero de 2014

La chica perfecta de los poemas que a nadie se le han ocurrido aún.


Me pregunto si los hombres sabrán de verdad cómo es la chica perfecta.

Aclararé que existen miles de chicas que te gustan,
que te emocionan,
que te aterran;
existe una chica para cada momento
y cada despedida.
Puedes besar a la chica guapa,
mientras piensas en la chica dulce,
sin haber olvidado a la chica triste.

La chica perfecta -supongo-,
es un poco
como todas.

Voy a empezar por lo importante.

La chica perfecta se ríe como si no existiera el dolor
y cada bocanada de aire fuera un regalo de frescura.
También se ríe a veces con la mirada ausente
y los labios mudos de nostalgia,
y llora de la risa en un banco del parque,
con la respiración entrecortada y las mejillas ardiendo;
y tiene una risa más grave y aguda al mismo tiempo
cuando ríe de forma hueca si la enfadas;
y ríe cuando tiene ganas de llorar, para que tú rías;
y se le escapa una carcajada muy bajita
cuando lee tu último mensaje en la pantalla del móvil,
y se ríe con los chistes viejos de tu padre,
y se ríe de ti cuando te tropiezas con el bordillo,
y ríe al borde del desmayo con las cosquillas,
y tiene una risa totalmente distinta a las demás
justo después de un beso.

A cada latido le nace del corazón una nueva sonrisa,
aunque quisiera, no podría explicarlas todas.
Todas hacen que la luz se enrede en sus dientes
y le llegue a los ojos.
Incluso si sufre.
Sobre todo si sufre.
Lo más importante es que sonríe sin querer
cuando ve a un niño pequeño de la mano de su padre,
con unos mofletes imposiblemente comestibles,
o cuando te reconoce entre mucha gente
y esa sonrisa también le vibra dentro,
y le da vergüenza.

La chica perfecta se emociona si al andar
se encuentra un céntimo por la calle
o una pegatina sin abrir de una bolsa de patatas,
y se agacha a cogerlo, entorpeciendo el paso al resto.
Acepta los folletos que dan por la calle,
los dobla con cuidado y los guarda en el bolsillo,
aunque luego los tire,
o los use para escribir versos sueltos por detrás,
para que el repartidor
que la ha olvidado tres segundos después,
no se moleste.
Da los buenos días a las señoras mayores,
y a los profesores por el pasillo,
y  al panadero que siempre encuentra al salir de casa.
Se despide con un "cuídate" y dos besos,
le da las gracias a la camarera,
aunque esta no le ponga el sobrecito de azúcar;
habla de usted cuando pide la hora,
y llama señorita a una mujer que sabe
que ya podría ser señora
y que se ilusiona con el diminutivo,
y es ella la que dice "perdón"
cuando un hombre la empuja al caminar.
Nunca sabe el nombre de las calle
sobre la que le están preguntando,
pero querría saberlo.
Si se encuentra un móvil,
lo devuelve,
fíjate.
Anda con la vista fija en el suelo
o en el cielo,
temiendo encontrar la mirada con alguien
que no la esté buscando a ella
-a la chica perfecta no le han dicho
que cualquiera desearía encontrarla-;
sostiene la puerta a la persona que va detrás,
a veces persigue palomas,
tropieza cada día con el mismo escalón
y no aprende
sino a aceptar con humor los golpes
(también los que le da la vida);
sabe que a cada segundo
podría comerse una napolitana de chocolate
y estaría contenta;
-la chica perfecta
no sabe que a cada segundo
necesita un abrazo-.
Tiene cosquillas imaginarias que la atacan
solo con que acerques tus dedos a su piel.
Su piel huele a ella toda,
pero en verdad huele a ternura.
Canta en la ducha con los ojos cerrados,
y tararea cuando barre el suelo,
y al salir a sacara la basura.
Conoce los tangos de Gardel
y todos los solos de Jimmy Page,
pero nunca recuerda dónde ha puesto las llaves.
Andrés Suárez la hace flotar un poco.

No sé si es guapa.
Pero lo es,
aunque no lo sea.

Tiene muchas gamas de miedos
y de complejos que la arañan por dentro.
Querría ser esa chica de falda corta y piernas largas
que ha hecho sonar los cuellos de todos sus compañeros.
Cambiaría el color de su pelo y de sus ojos,
su estómago, sus muslos, su cintura;
quizás querría medir distinto.
Sueña con los rasgos simétricos -y falsos-
de la nueva modelo de esa tienda
donde no le sientan bien los pantalones.

La chica perfecta
nunca entiende que es perfecta,
y que sus dedos son caricias vivas,
y sus pestañas provocan tormentas completas,
y sus labios son almohadas de calor.

Ella cruza por tu vida
durante nueve años,
o tres meses,
o la ves diez segundos tras un escaparate.
Puede que no la conozcas,
o que la veas y no la observes.
Hay que mirarla dos veces:
primero con los ojos,
y después con el alma.
Entonces lo sabes.

Me pregunto si los hombres sabrán de verdad que todas las mujeres son perfectas.

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