domingo, 15 de septiembre de 2013

Sé que os importa una mierda ésto, igual que a mí.


Habríamos sido la frase de amor más bonita si hubiéramos llegado a pronunciarla.
El pánico mudo me quiebra,
de la misma forma de la que se parte en dos una vulgar rama,
o el desecho del esplendor verdoso de la vida.
Me quiebra desde la sombra, inesperado,
profundo, atroz.
Lo noto ahí, en alguna parte entre tú y yo,
entre esos fantasmas que hemos sido, vagando escondidos,
temiendo cruzarnos, rozarnos tan sólo.
Encerrados en nosotros mismos, mientras fingíamos amar.
Ésas son nuestras sombras que he creado,
imágenes vagas que poder mantener alejadas de mí,
mientras respiraba el miedo.
Pero amigo, tú no puedes ser sombra,
ser el copo que cae en silencio sobre otro copo,
blanco entre un blanco más resplandeciente,
frío sobre el más puro hielo.
No, tú emerges de entre los susurros,
de lo oscuro,
abres los ojos y eres luz que arrastra al mundo consigo.
Separas los labios y gritas sin sonido,
oyendo tu grito resonar en mi pecho,
y paras, paras a observar cómo se extiende en mí,
como si el mundo entero también se detuviera a mirarme.
Y los pájaros quedan suspendidos en el aire, en el aleteo,
y las copas de los árboles dejan de ser mecidas con suavidad firme,
y los edificios quedan muertos entre sus paredes,
y los labios enmudecen esperando el aliento,
pero tú me observas.
Tu voz estalla en mis oídos y en mi piel,
enredándose entre los huecos olvidados de mis costillas,
y la noto clavarse al respirar mientras me ahogo,
sonando como el aullido de un perro que muere.
Hablas y te escucho, amigo,
como si pudieras salvarme de mí misma.
Me aferro a ti, aterrada de las sombras que me acechan,
del monstruo que emerge del armario vestido con mi ropa de algodón,
exigiendo más odio para avivar su odio.
Me aferro a ti, sabiendo que el dolor me encontrará en cualquier parte,
y te quiero.
Nos convierto en sombras de humo que no pueda encontrar la vida,
y cuando lo hace, amigo,
tú ya me amas, y es demasiado tarde,
porque la frase más hermosa del mundo muere en mi voz

cuando el más puro dolor hace nacer mi grito.