lunes, 21 de abril de 2014

La mudanza de las sonrisas interiores.


Aquí está mi historia trágica de los lunes lluviosos:

Es lunes y hace tanto calor que escribo sentada en el suelo sin pantalones y una camiseta vieja, tal y como a ti te gustaba encontrarme, tal y como yo hacía que te perdieras. La historia sigue siendo la misma, y ojalá nosotros pudiéramos decir lo mismo.

Te echo de menos y todavía no he huido del todo de ti. La primera norma que me puse fue no hacerte un daño que no fueras capaz de superar con tres cervezas y abrirte los ojos y los labios a un mundo que no conocías todavía muy bien, enseñarte todo lo que desearía que no me hubieran enseñado antes, hacer bien mi papel de musa y que los destrozos los pagara el seguro de la puerta trasera del coche donde quería llevarte borracho.

Y mírame. Llevo tres noches dando vueltas en una cama desmesuradamente vacía, echándome a llorar cuando mi vecino toca la guitarra con toda la rabia que muerdo, e intentando cubrir con risas unas ojeras hechas de pólvora y un corazón en carne viva. Hay tantas cosas que necesito decirte, y que sin embargo no son capaces de vencer el obstáculo que supone que si abro la boca me quiebro. Tengo poco que dar y demasiado que guardarme, y me conoces lo suficiente como para saber que no me verás ahogarme en vida sabiendo que es por ti. Puede que tú vayas ya por la quinta copa y no lo supero.

Todas las promesas que te he roto no son ni la mitad de las que me he estrellado a mí misma contra el suelo de la cocina. Me hiciste jurar que no volvería a intentar morir tan rápido, y a cambio de tu mano sobre la mía cerré los ojos y permití que el infierno se me metiera dentro. Puedes estar tranquilo: pásame un bombón y no te cuento todas las veces que he deseado arrancarme la piel esta última hora.

Soy una hija de puta pero cuánto querría no serlo contigo.

Me pediste el alma entera y te la he dejado sobre la mesa, con los agujeros y las zonas prohibidas rodeadas en rojo. Si preguntas por qué solo soy mala contigo voy a sonreír como si hubiera dormido algo y voy a subrayar en silencio esa parte donde dice que soy incapaz de fingir si estás cerca. Puede que me importes demasiado o que tenga la necesidad egoísta de que sepas que existe alguien debajo de todas las falsas carcajadas a quien le da miedo el fuego y que no la quieras.

Existen tantas formas de querer como de morir, supongo que es lo mismo. Habrá gente a la que no le importes una mierda y otra que te ayude con los finales de matemáticas en vez de ir a merendar. También hay a quien le dan igual tus errores o tus decisiones (en mi caso tienen el honor de ser sinónimos), o aprende a vivir contigo y con ellos en paz con el karma, tolerancia lo primero, haz con tu vida lo que quieras yo te querré tal y como eres.

Luego estoy yo, que se me queda cara de tonta y risa de cine mudo cuando alguien que no eres tú me habla desde unos labios que he recorrido a nado. Sabes que estoy loca y soy tan rara... no me pidas que me encoja de hombros y te deje ser de nuevo si lo que se me encoje es el corazón cuando me abrazas y no te siento al completo. Una vez las piezas encajaban con gracia, y ahora ni siquiera es el mismo puzzle.

Pero no me voy a ir. Voy a quedarme a tu lado hasta que se apague el mundo y voy a conocer de memoria el olor de cada centímetro de tus brazos, porque tienes razón. Tú y yo ya no somos los mismos, y tus decisiones irán a la par que las mías para mantenerte cerca, aunque tu voz no sea igual que aquella que hace tiempo quise escuchar con más detalle. Pero no te querré igual, no puedo brindarte el mismo tono de ternura y cariño que pinté exclusivamente para aquel que ya no eres. Prometo buscar otro color, otro amor que combine con nuestros nuevos días, igual de fuerte e incondicional, pero distinto. No me interpondré en aquello que desees vivir, pero tampoco dejaré de sentir tristeza. Tu calor es mi casa, aunque nos hayamos mudado.

Desconocido, todavía no sé bien quién eres,
pero sé que te amo
tanto como te echado de menos
y he llorado tu muerte.