martes, 7 de mayo de 2013

Mereces que no te merezca.


Puede que lo que más me guste de ti sea que no eres feliz.

Tienes esa forma de fruncir el ceño,
como si quebraras tu frente en mil rayos
(y a ti te aterran las tormentas)
clavando la mirada en la pared
hasta hacerle daño.
En momentos como ése me gustaría pintarte de palabras
porque eres todo el dolor que quiere un poeta,
o alguien como yo,
y casi me avergüenza tener que arañarte 
con los ojos,
para que me regales dos segundos   
                                                             y
                                                                        medio
                                                                                        latido
hasta que te canses de hundirte en mis pupilas,
o de que quiera que lo hagas.
Luego, tus mejillas vuelven a ser de piedra
y yo tardo varias vidas
en intentar que no me tiemble el mundo
ni las rodillas.
Me has obligado a dejarme conocer,
y tengo tanto miedo que podría correr
para olvidarme de mis pies y
de por qué huyo,
(pero tú seguirás sabiéndolo).

Tengo que intentar odiarte mucho
para no hacer de tu pecho
un refugio de emergencia    
                                                                                                                                 contra mí,
porque he leído en algún sitio
nosequé de la boca del lobo,
y se parece a ti cuando sonríes
porque oscureces el resto del universo que no llevas en los labios,
y ojalá que nunca descubras
que quizá soy yo quien te ha convertido en el lobo.
"¿Entiendes por qué no podía mantenerte cerca? Una vez comparaste mis ojos con los agujeros negros más temblorosos que habías visto, y miles de carámbanos me cruzaron la sonrisa para helar mis ganas de que supieras que tienes demasiada razón. Puede, puede que hubiéramos sido eternos durante un momento antes de que yo absorbiera cada estrella de vida que llevas bajo la piel. Sabes que me gusta arder, pero no soy capaz de sostener una cerilla encendida. No quería ver cómo te rompías por estar destruyéndome yo. Empujé a otra galaxia al único Sol que había conocido para no disolverlo en la oscuridad que me duerme por las noches, y lo digo así, porque he escrito tantas páginas sobre la curva de tus labios cuando miras al cielo, que he llegado a enamorarme de tu amor al infinito. Perdóname por mantenerte a salvo; yo intentaré perdonar al mundo por haber creado una nebulosa demasiado negra en tus pupilas..."
Sé que tus acordes ya no llevan mi risa,
y no voy a exigirte que me devuelvas
toda esa colección de versos que te he regalado
y nunca te di.
Me conformo con que no preguntes
por qué estoy tan veladamente rota;
así no tendré que ir al infierno,
si es que hay uno peor que éste,
para pedirle a quien sea que esté ahí abajo,
(o aquí dentro)
que deje de volverte tan guapo cuando estás triste
por mí.