martes, 17 de diciembre de 2013

La educación de los ateos.


Quizá es que siempre he visto el amor
como el folleto que te da por la calle
el mismo hombre casi muerto de frío,
con la sonrisa cansada de siempre,
el "gracias" con la mirada ausente
y el sueldo que nunca llega para alimentar a los dos críos.
Ese folleto que coges por educación,
por despiste,
por mecanicismo,
por no saber negarte,
por pena,
y finges que observas interesado
hasta que puedes tirarlo sin que te vea,
quince paso más allá.

Mi propósito de año nuevo
es callarme todas las cosas que debería decir para ser feliz.

Ahora una piel para mí,
es una piel.
Los ojos miran,
los labios se mueven,
el corazón bombea.
Podría jurar que antes creía en algo
que tenía que ver con tener fe
ilusión,
cariño,
esperanza,
humanidad;
con algo que te iluminaba las venas
y notabas la corriente llegarte al pecho;
con una sonrisa de medio lado
disimulada en la bufanda,
y el aire atascándose en la garganta,
enlazándose en las palabras,
hasta callar,
por no besar.

Ahora una piel para mí,
es una piel.

Ha pasado un año,
hemos pasado un año,
y el hombre de los folletos sigue estando junto al buzón de correos,
más helado,
más cansado,
más ausente,
y con otro niño.

Hoy me he guardado el papel en el bolsillo
cuando he visto un océano de folletos,
tristes,
huyendo en remolinos de viento
como hojas falsas de invierno,

quince pasos más allá.

3 comentarios:

  1. Tus textos me encantan , voy a compartir uno en un micrófono abierto (diré que es tuyo y les daré tu blog)
    Escribes genial!

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    Respuestas
    1. Bueno, mi propósito no es tener muchos lectores que adoren o critiquen mi forma de escribir... Escribo para mi, y para unos pocos más.
      Pero adelante, puedes hacerlo.

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    2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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