jueves, 11 de abril de 2013

Querida contradicción.


Te he dedicado
un otoño casi tan triste como un sauce llorón
(y tú me haces reír)
un verano casi tan largo como tus pestañas
(y tú me dejas dormir en ellas),
una primavera casi tan mágica como un cielo de algodón
(y tú me lo trenzas en el pelo)
y diecisiete inviernos,
que no sé con qué comparar,
porque todavía no hay nada que se parezca a nuestro frío,
(y tú me guardas el calor, para que no se pierda).
Pero hasta ahora,
me has acomodado el pelo tras la oreja,
y descubriste que tengo cosquillas en las muñecas,
y aunque sabes que me dan miedo las alturas,
-o que me mires desde arriba-
me despeinaste el alma
llevándome sobre el manillar de tu bicicleta
(nunca te diré que nadie lo había hecho).
Todo éso se merece un universo paralelo
donde te pueda escribir poemas a mordiscos,
o ponernos cada día el traje de los domingos,
que es cuando mejor perdemos el tiempo,
para desvestirnos a ritmo de Bob Marley.
Pero yo sigo siendo gris,
y tú sólo te sabes siete colores.
Así que sin que lo sepas voy a abrazarte,
hasta que dejes de temblar
-espera,
tiemblo yo-
y voy a construirte un nombre nuevo
para que jamás sepan
que me refiero a ti cuando digo que está a punto de llover.

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